Alberto Guinea


El solitario adiós a Toto Guinea*
por Américo Schvartzman

Un reconocimiento tardío pero necesario

El 26 de noviembre fallecía en nuestra ciudad Alberto Hugo Guinea, un creador polifacético que marcó la imagen pública de Concepción del Uruguay. Increíblemente, su lamentado deceso pasó desapercibido para la mayoría de los uruguayenses. Aquí, el homenaje al plástico de notable actividad, al hombre activo y emprendedor, que sigue vivo en numerosas obras que conviven diariamente con los vecinos de la ciudad, y también en el recuerdo de «aquellas carrozas de Guinea».

Es una verdad irrefutable que a Concepción del Uruguay le cuesta honrar a quienes han colaborado en la definición de su propia identidad, desde distintos ámbitos. A veces los ignora, a veces los menosprecia, muchas veces honra a quienes no lo merecen.

Hace poco, en estas mismas páginas, recordábamos al apreciado Edmundo Rafael Petroni, quien fuera reconocido por el municipio –con toda justicia– como «Ciudadano Destacado» de Concepción del Uruguay.

Pero en otras ocasiones, sin embargo, la ciudad olvida implacablemente, impiadosamente, a algunos de sus hacedores más relevantes.

Tal fue el caso de Alberto Toto Guinea, escultor, dibujante, artista plástico, precursor del carnaval uruguayense, al cual legara sus cabezudos y carrozas.

Un hombre cuyos trabajos están presentes todos los días en el recorrido cotidiano de los vecinos de la ciudad, que ignoran que en el Quijote, en el Monumento a Urquiza o al Trabajo –todos ellos parte integral del paisaje urbano uruguayense– está la mano de este hombre nacido en Tandil. Que llegó a Concepción del Uruguay en los años 50, y que le dio mucho a una ciudad que en vida, le negó el merecido reconocimiento.

El 26 de noviembre Alberto Hugo Guinea fallecía en Concepción del Uruguay, imposibilitado desde hacía tiempo para comunicarse, a raíz de las secuelas que le había dejado un accidente cerebro vascular sufrido varios años atrás.

Tan solo la participación fúnebre de rigor de sus familiares directos despidió a Toto Guinea en las páginas de los medios gráficos locales.

Ninguna necrológica recordó la trayectoria de este artista, que fuera el autor  –nada menos– que del Monumento a Urquiza que recibe a todos aquellos que ingresan a Concepción del Uruguay desde hace muchos años.

Su hijo Guillermo contó a El Miércoles la historia de Toto, sin ahorrar algunos detalles amargos, como la impotencia de quien toda su vida se había expresado magistralmente y ahora se encontraba, desde hacía mucho tiempo, imposibilitado de comunicarse, pero con la inteligencia intacta. Los olvidos, la soledad en la despedida final, no se remedian fácilmente. Pero no se compadecen, en absoluto, con la historia de este creador polifacético cuya presencia está tan viva como siempre en las calles de Uruguay y en el recuerdo de carnavales que valían el esfuerzo y el baño en sudor bajo las imponentes creaciones de Toto.

UN ARTISTA REALIZADO

Alberto Hugo Guinea había nacido el 25 de mayo de 1929 en Tandil (provincia de Buenos Aires). A los 16 años marchó hacia la Capital Federal para estudiar y egresar luego como suboficial.

A comienzos de la década de 1950, recaló en el Batallón de Ingenieros de Combate de Concepción del Uruguay. Pocos años después se retiró anticipadamente de las Fuerzas Armadas, e inició una amplísima labor tanto en la actividad privada como en sus arrolladoras inquietudes artísticas.

Toto Guinea vivió todas sus vidas y sus pasiones. En distintos momentos fue camionero, tuvo un taller de mecánica diesel, fue socio de la vieja empresa Itapé, impulsó las Industrias Plásticas Litoral, fue docente en la Universidad de Concepción del Uruguay hasta unos ocho años atrás, cuando sufrió el accidente cerebro vascular que cambió su vida.
 

GUINEA EN LA IDENTIDAD URBANA URUGUAYENSE

Muchas de las obras que forman parte de la identidad pública de Concepción del Uruguay son de su autoría, entre ellas el propio Monumento a Urquiza, inaugurado en 1970, que desde hace más de tres décadas es –fuera de duda– uno de los símbolos de la ciudad. El 11 de abril de 1970, en un artículo titulado «Alberto H. Guinea: un artista realizado» y publicado en el periódico Provincia de Concepción del Uruguay, Antonio Lenarduzzi Rossano decía que «Guinea ha sabido aprovechar en forma acertada la oportunidad que se le brindó de formar parte de aquellos llamados a perdurar en la magnitud de sus obras».



Varios años más tarde, el 8 de noviembre de 1984, La Calle titulaba «El dominio de las formas y la sutil expresión» para comentar el trabajo de Alberto Guinea, que estaba a punto de inaugurar la imagen de la Virgen María Auxiliadora, establecida «en la intersección de las rutas que conducen a San Justo, Caseros, Pronunciamiento y el Palacio San José».

Guinea es también el autor del Quijote –al que algunos irresponsables se ocuparon de cercenarle la adarga– así como del monumento al Trabajo, ambos ubicados en el Bulevar Irigoyen. También le pertenecen obras como los bustos de Alberto Soriano –en la Escuela de Música–, o la estela de Santa Cecilia ubicada en la Plaza Constitución (más conocida como Plaza Columna). Hay más. El propio Guillermo, su hijo, no está seguro de recordar todas las obras de Guinea emplazadas en Concepción del Uruguay

Sus bustos de Güemes fueron solicitados desde distintas ciudades del país, y en Corrientes (Paso de los Libres) se instaló un Monumento a Güemes realizado también por Guinea. En San Salvador esculpió el Monumento a la Madre.

Sin embargo, los uruguayenses tienen el recuerdo más vívido en su pasión por las carrozas y cabezudos para el Carnaval Uruguayense, del cual fue un destacado pionero. Desde la comparsa Tupinambá, Toto Guinea fue uno de los máximos responsables del brillo de aquel añorado carnaval. «Las mejores carrozas eran las de Guinea», dicen los vecinos que recuerdan aquellas verdaderas obras de arte, muchas de ellas móviles, que tenían tras de sí un trabajo descomunal y una técnica envidiable.



Lo testimonian algunas de las imágenes que acompañan estas páginas: sus extraordinarios vehículos y los personajes que los conducían eran algunas de las atracciones más fuertes con que contaba el corso de Uruguay.

El solitario adiós a Toto Guinea, en suma, no lo es tanto. En las calles, en su querida ciudad, seguirán estando sus obras «llamadas a perdurar», como lo decía aquella nota de 1970. Pese al olvido y la ingratitud.

--
* Texto publicado en el periódico uruguayense «El Miércoles», el 10 de diciembre de 2003.